Esta entrada iba a ser un comentario en una bitácora de Ricardo Estalman sobre el dinero de Wörgl, una moneda basada en las ideas de Silvio Gesell, con la particularidad de que pierde valor con el paso del tiempo, algo que puede incentivar el consumo y aliviar las recesiones. Recomiendo su lectura, es realmente interesante, tanto la entrada como los comentarios.

Pero llegué un poco tarde y me estaba extendiendo demasiado, para variar, y además se me han colado las coyunturas estivales, así que he preferido abrir una nueva entrada sobre el tema… y de paso me enrollo a gusto :P

También debo aclarar, antes que nada, que no puedo dar una respuesta muy concluyente, no sé demasiado sobre este tema y tampoco he leído la obra de Silvio Gesell. Pero sí creo que puedo explicar algunas cuestiones básicas que pueden resultar interesantes para quien no tenga muy claras las implicaciones.

* En el principio hubo una gran explosión… :)

La función primordial del dinero es facilitar el intercambio de bienes y servicios. Simplifica el trueque, evidentemente, no hace falta explicarlo, pero es importante tener en cuenta que no se trata sólo del intercambio físico, el dinero también facilita la valoración de los bienes, sirve como patrón de referencia. ¿A cuánta leña equivale un saco de manzanas? ¿Y a cuántos huevos? Apreciar todos los bienes según el mismo patrón, la moneda, también ayuda a reducir la incertidumbre y a simplificar el proceso comercial.

Sin dinero, por ejemplo, al complicarse el intercambio de bienes también se dificultan cosas tan necesarias para la civilización como la especialización del trabajo: un granjero podría apañárselas a base de trueque, pero a quienes producen un único tipo de bienes (alfareros, sastres, ebanistas…) les resultaría más complejo obtener el resto de productos que necesitan, y peor aún para quienes no producen un bien material sino que prestan un servicio (soldados, escribas…). Por eso cualquier pueblo que haya alcanzado cierto grado de desarrollo ha inventado el dinero, ya sea en forma de conchas de moluscos, de onzas de sal, de doblones de oro o de pagarés al portador.

[Actualización 09/08/2012 13:32 CEST: Quizá facilitar el trueque tenga una importancia menos clara en la invención del dinero de lo que con frecuencia se cree. Un comentarista anónimo ha puesto un par de enlaces muy interesantes con la opinión del antropólogo David Graeber sobre el origen del sistema monetario en las culturas primitivas.]

Pero hay más, no se queda ahí la cosa, otra utilidad básica del dinero es que sirve también como reserva de valor. Y hay excelentes motivos para esto: yo recojo ahora mi cosecha y la vendo, y hasta dentro de un año, cuando venda la siguiente, tengo que vivir con con este dinero. O soy un mercader que se pasa meses en alta mar y necesita que el dinero siga teniendo valor cuando llegue a mi destino.

Siempre podría adquirir un bien no perecedero para «almacenar» ese valor, pero es mucho más fácil, ya que tengo el dinero, sencillamente guardarlo y usarlo cuando lo necesite.

Esto resulta tan natural y tan intuitivo que a la hora de escoger un medio de intercambio, en cuanto una economía alcanza cierto grado de complejidad, lo normal es seleccionar un bien válido como reserva de valor. Como las monedas de aleaciones metálicas, que son resistentes, duraderas, valiosas y aceptables para cualquiera, incluso para quien use una moneda distinta, ya que siempre tienen el valor del material en que están acuñadas. Un valor que además es razonablemente estable en periodos prolongados.

Pero esto tan intuitivo tiene enormes implicaciones: el dinero ya no es sólo un medio, algo más o menos neutro que únicamente sirve para facilitar el intercambio de bienes, sino que es un bien en sí mismo, lo que significa que tiene su propio valor intrínseco, al margen de su capacidad de ser intercambiado.

Y ya empezamos con problemas: esto puede complicar su función como patrón de referencia, ya que su propio valor puede deformar los precios del resto de los bienes. Y también la función de facilitar el intercambio comercial: si algo tiene valor y demanda la gente tendrá cierta tendencia lógica a guardarlo para, precisamente, usarlo como reserva de valor, pero si mucha gente hace eso podría provocar cierta escasez. Incluso sería posible que alguien suficientemente poderoso pudiera acaparar lo suficiente para forzar esa escasez y que suba su precio, es decir, para especular.

* Antes de seguir, ¿por qué la abundancia o escasez de dinero es tan importante?

Cuando hay gran disponibilidad de dinero (o sensación de disponibilidad, cuando la gente gasta y el dinero circula) los comerciantes ven aumentar sus ventas y crecer sus ingresos, y sienten que pueden subir un poco los precios sin que las ventas se resientan. Todo esto les incentiva a ampliar sus negocios y contratar a más gente. Más gente trabajando significa que aún habrá más disponibilidad de dinero, lo que permite a los comerciantes a subir más los precios, ingresar más dinero, contratar a más gente, y mantener el circulo expansivo.

A medida que se reduce el desempleo la tendencia a subir los precios es cada vez mayor, y a medida que los precios crecen, la presión para alcanzar el pleno empleo también se incrementa. Este es el motivo por el que la inflación, el empleo y el crecimiento están tan relacionados en un sistema capitalista de mercado, lo menciono porque tiene cierta relevancia en el tema.

Y, sin pretender entrar en controversias ideológicas, también quiero hacer hincapié en que la inflación consiste en que los productores y comerciantes suben sus precios. No hay más. Lo hacen cuando pueden o cuando lo necesitan, pero estamos en un sistema de precios libres y en última instancia son ellos los que deciden, a veces parece que esto se olvida. La oferta monetaria influye enormemente, sin duda, pero ni es determinante ni es la única variable que afecta, y cualquier discusión sobre la inflación que no incluya la motivación de las empresas para alterar sus precios es necesariamente incompleta.

Si el dinero no circula, si hay escasez o si la gente prefiere guardarlo en vez de gastarlo, se produce el efecto contrario. El empresario ingresa menos, reduce su negocio y despide a sus trabajadores, lo que empeora la situación general. También puede verse obligado a bajar sus precios, lo que si se generaliza puede provocar la temida deflación. En lugar del circulo virtuoso del crecimiento tenemos el círculo vicioso de la recesión.

Porque eso es, básicamente, lo que hay en el fondo de cualquier recesión. Realmente no hay destrucción de la capacidad productiva, las fábricas siguen en pie, las máquinas siguen funcionando y los profesionales siguen siendo capaces de hacer su trabajo, pero esta capacidad se infrautiliza. Simplemente no se venden los productos… no hay dinero.

Y si no se venden los productos, si falla la demanda, si no hay consumo, un sistema capitalista no puede funcionar, colapsa y entra en recesión.

Volviendo al acaparamiento del dinero, si alguien ha llegado hasta aquí sin caer dormido seguro que ya estará pensando que acaparar doblones de oro suena interesante, pero cuando únicamente tenemos fe en el valor de unos papelitos sólo hay escasez si se permite que la haya. Podemos imprimir mas papelitos de esos y se acabó cualquier acaparamiento posible. Basta con tirar dinero desde un helicóptero, usando la conocida expresión de Milton Friedman, de quien tan bien aprendió Ben «helicóptero» Bernanke. La lástima es que el helicóptero sólo sea generoso con los de siempre

El problema es que eso parece no funcionar del todo bien (¿quién lo diría, verdad?), incluso puede no funcionar en absoluto. Es por cosas como estas que durante buena parte del siglo pasado la política económica durante las recesiones se basaba en medidas expansivas (financieras, fiscales o lo que fuera necesario) para sostener la demanda, en lugar de autorestringirse a medidas monetaristas centradas en la oferta… y en austeridad.

Pues bien, es en una situación así cuando puede resultar útil una moneda que sea preferible utilizar antes que guardar, que incentive la circulación del dinero y aumente su disponibilidad.

Quizá a alguien le suena la famosa parábola de la cooperativa de canguros, de Krugman, que explica estupendamente este tipo de problemas. Y hace tiempo se comentó por aquí la moneda de Alzira que, aunque no perdía valor, buscaba un efecto de estímulo al consumo local.

En este caso se consigue haciendo que tener el dinero guardado… cueste dinero. El dinero Wörglés se depreciaba según una tasa preestablecida, y para evitar eso se le pegaban unos sellos con un coste que evitaba la depreciación. Cuanto más tiempo se guardara ese dinero más había que gastarse en sellos o menos valor tenían los billetes. Dicho de otra forma, ese dinero lleva asociada una tasa de interés negativa.

Al margen de cuál fuera el problema de origen, que el dinero «escaseara» realmente o que simplemente la gente se estuviera retrayendo a la hora de gastar, el efecto puede ser positivo en ambos casos: quien lo tenga o lo consiga tiene más interés en usarlo, el dinero circula, el sistema económico se reactiva, el fantasma de la recesión se aleja, las empresas ingresan más, se crea empleo, y ya podemos volver a crecer… infinitamente

Volviendo al inicio, de lo que se trata es de enfatizar su función primordial como medio de intercambio, de maximizar la capacidad del dinero para impulsar el comercio a costa de reducir su utilidad como reserva de valor, esa otra función que parece inhibir la primera bajo ciertas circunstancias. Realmente no suena mal del todo.

* Pero… ¿qué pasa cuando no hay peligro de recesión?

En periodos de recalentamiento, de elevada actividad y crecimiento económico, el consumo ya es muy elevado y el riesgo de que se dispare la inflación es grave, especialmente a medida que se reduce el desempleo. En este contexto, una moneda que anime a consumir puede ser un desastre. En algún sitio se comenta que el dinero de Wörgl evita la inflación, pero no veo como puede ser así. Si se fomenta el consumo se estimulan los precios al alza, no hay mucha discusión en esto.

En todo caso, como parece que la tasa de «depreciación» sería variable, según las condiciones económicas y dependiendo de una autoridad monetaria, este problema se paliaría. Pero no estoy seguro de hasta qué punto, las personas podrían mantener cierta tendencia a gastar una moneda que en cualquier momento puede volver a perder valor.

También hay otra cuestión obvia, seguro que a más de uno le encantará la idea de que quien posea mucho dinero tenga también un alto coste por ello, y también habrá algún otro al que ese simple pensamiento le parecerá una herejía merecedora de tormentos inquisitoriales… Bueno, esto tampoco es tan simple.

Obviamente parece penalizar el ahorro, aunque creo que eso es menos preocupante de lo que aparenta. Siempre se puede cambiar ese dinero por algún otro producto (financiero o no). Seguro que aquí todos pensamos en valores refugio, como el oro, pero en realidad sería válida cualquier cosa que pudiera hacer de «reserva de valor» al mismo nivel que el dinero, que tampoco es tan estable.

Un ejemplo obvio es el de prestar lo que no se vaya a gastar, incrementando también la circulación del dinero. Esto incluye cualquier compra de productos de deuda, públicos o privados, como bonos, pero también algo tan simple y tan cotidiano como ingresar dinero en una cuenta bancaria (sí, eso es un préstamo que hacemos al banco. De hecho, no hace tanto tiempo que cualquier cuenta corriente remuneraba con unos mínimos intereses).

Por supuesto, si el dinero no se «deprecia» en el banco apenas habría problema para los ahorradores (y que chollo para los bancos, ¿verdad?). Es más, en la actualidad eso también significa que el efecto podría ser más reducido y menos útil de lo deseable en un mundo dominado por el dinero de plástico, cuando es posible utilizar una tarjeta de crédito o débito para hacer prácticamente cualquier compra cotidiana sin necesidad de utilizar efectivo.

También está la cuestión de que en realidad no se acapara el dinero. El Tío Gilito es un arquetipo, pero las cosas no funcionan así. Quien tiene mucho dinero no lo guarda para darse chapuzones en él, lo invierte.

Se acaparan bienes con demanda segura, temporalmente y por motivos especulativos, o los llamados bienes refugio en tiempos de inseguridad. Cuando el dinero estaba respaldado por oro tampoco era un problema el acaparamiento del dinero, en todo caso podría serlo el del oro, que es un bien finito y necesario por motivos industriales y tecnológicos, además del monetario. Siempre se puede imprimir más dinero si hace falta, pero el oro y cualquier otro recurso no se pueden sacar de la nada, por eso son acaparables.

Los paraísos fiscales son lugares donde los ricos almacenan su dinero, podrá objetar alguien, y lo cierto es que sí lo llevan a esos destinos. Pero en realidad el dinero no se queda allí guardado: los paraísos fiscales son los lugares desde donde se mueven y se invierten esos capitales, ya sea por su tradicional discreción o simplemente porque allí tributan menos (o no tributan) las ganancias que ese dinero puede producir. Sigue sin haber un «acaparamiento», en el sentido de que no se está almacenando, sacando el dinero de la circulación.

Con una moneda que se «deprecia», el perjuicio más claro sería para quien necesite mantener grandes cantidades de efectivo durante largos periodos de tiempo. No creo que haya mucha gente bajo estas circunstancias, a excepción de los defraudadores fiscales, por supuesto, pero no considero que dañarles sea un efecto pernicioso.

Lo que sí me parece grave es que, en principio, parece que afectaría más a las rentas bajas que a las altas, ya que son las primeras las que mantienen una mayor proporción de su dinero en efectivo, para uso cotidiano.

* ¿Conclusiones entonces? ¿A favor? ¿En contra?

Pues no lo sé, como decía, no tengo base para una respuesta fundamentada. Estoy seguro de que Silvio Gesell ya habla de muchas de estas cuestiones tan evidentes pero no conozco sus argumentos, como tampoco los de quienes puedan tratar de refutarle, así que, honradamente, no puedo aclarar más.

Pero sí creo que es importante comentar otras cuestiones relacionadas: los motivos por los que algunas de estas ideas están surgiendo con cierta insistencia últimamente. Algo que en principio es muy razonable, dada la situación económica, pero que a veces da la impresión de que se están planteando de forma muy interesada y sesgando un debate que debería ser mucho más amplio y abierto.

El capitalismo tiene sus propios problemas, especialmente la corriente dominante en las últimas décadas, pero estos no son necesariamente los mismos que los del sistema monetario, aunque puedan estar relacionados. Centrarse en el dinero, como si eso fuera lo más importante a solucionar, es como poco parcial, y puede ser falaz e interesado.

No hay moneda que evite la sobreexplotación de los recursos naturales. O la de los seres humanos. Como tampoco la hay que corrija los problemas de desigualdad extrema, de carencia de lo más fundamental para tantas personas mientras unos pocos derrochan de forma tan absurda como imprescindible para que el sistema siga funcionando. No es la moneda la que fomenta la deslocalización ni la que presiona para reducir los rendimientos del trabajo mientras se incrementan los del capital. Esto ocurre a todos los niveles, el capitalismo funciona en forma piramidal, y eso no es por culpa del sistema monetario.

Pero, además, los problemas de este sistema monetario tampoco se limitan a una moneda que incentive más o menos el consumo, ni muchísimo menos.

Con todo el respeto a las teorías de Silvio Gesell, creo que es importante recordar que estaban pensadas para su época, para un mundo distinto al actual en muchos aspectos. Quizá sus propuestas puedan solucionar algunas carencias del presente, pero no estoy seguro de que sean las más graves. Y algo similar ocurre con otras ideas recurrentes en la actualidad, que parecen eludir sistemáticamente los auténticos problemas.

Por ejemplo, actualmente en la Unión Europea el sistema bancario comercial puede «fabricar» de la nada cien mil euros únicamente a partir de un depósito de mil euros. Y sin embargo, hoy por hoy, aún hay quien sigue insistiendo en tonterías como que los Bancos Centrales tienen el monopolio de la creación del dinero, una idea que ya era obsoleta hace un siglo. Esto es absurdo, cosas así se siguen extendiendo como si tuvieran fundamento, y encima lo que plantean es justo lo opuesto al problema real.

Si recordamos, básicamente el dinero es un medio, un sistema neutro fundamental para el intercambio de bienes y servicios, pero ese «medio» sirve a la vez como un «bien», con valor y utilidad en sí mismo. Pues ahora hay que tener en cuenta que le hemos dado a unos cuantos agentes privados, los bancos, la posibilidad de crear ese bien de la nada.

Repito, no es que estén creando algo cuya utilidad única es facilitar los intercambios comerciales, el problema es que pueden conjurar un producto con valor intrínseco. En algún momento han conseguido la posibilidad de obrar el milagro de los panes y los peces a su voluntad. Es la mítica piedra filosofal que buscaban los alquimistas medievales, la capacidad de transmutar el plomo en oro… pero aún mejor, ya que lo que transmuta son las deudas ajenas en dinero.

Visto de otra forma, imagina que puedes suministrar algo necesario para la sociedad, da igual lo que sea (automóviles, software, alimentos, energía eléctrica, petroleo, analgésicos…), y ahora supón que puedes hacerlo a coste cero. Así, en cuanto alguien lo necesite simplemente chasqueas los dedos y ya tienes el producto disponible… para cobrar por él. ¿Te haces a la idea de lo que eso implicaría? Todos los demás deben pagar por los recursos consumidos al producir, pero tú no tienes más restricción que algunos límites legales. Vender el doble o el triple no aumenta tus costes directos (¡no los tienes!), y puedes dedicar a los indirectos sólo lo que estés dispuesto a asumir.

Puedes jugar como quieras, puedes casi regalar tu producto hasta que la gente dependa de él y luego subir el precio, al mejor estilo camello. Puedes innovar, crear productos derivados, ampliar o reducir tu producción a voluntad, regalarla a los amigos y negársela a los enemigos. Puedes concedérsela a los poderosos cuando te convenga, y también puedes… dejar de hacerlo.

Ahora recuerda que no suministras un producto cualquiera, hablamos de dinero. En un mundo en el que el dinero es necesario para todo hemos permitido a unos pocos la posibilidad de cobrar por crearlo a partir de la nada. Y la única condición para ello es que alguien acepte un compromiso de deuda.

Hablar de ventajas comparativas ni siquiera tiene sentido, nada puede competir con esto. Tarde o temprano, en palabras de Kipling, «tuya es la Tierra y todo cuanto hay en ella».

¿Y lo que se necesita es solucionar un supuesto «monopolio» de los Bancos Centrales? ¿O una moneda que pierde valor si está fuera del banco…?

* Sea como sea hay recesión. Lo acaparen o no, parece que falta el dinero, ¿por qué esa «escasez»?

Ahora mismo los motivos más obvios son la austeridad y el desempleo. Supongo que el primero es evidente: cada euro que deja de gastar el sector público es un euro que deja de ingresar el sector privado. Menos dinero para empresas y particulares, tan sencillo como eso. Es el problema con las medidas de austeridad en una recesión.

Y lo mismo con el desempleo: un parado ve reducidos sus ingresos (incluso completamente, si no tiene subsidio o lo agota), así que también reduce su consumo. Varios millones de parados son varios millones de familias que literalmente tienen falta de dinero, varios millones de consumidores que han reducido terminantemente sus gastos… y eso significa que muchas empresas de todo tipo también han visto reducidos sus ingresos.

Pero esas cuestiones, como ya habrá caído el lector avisado, no son causa de la crisis, sino su efecto. Y aunque ya hayan entrado a formar parte del círculo vicioso de la recesión, realimentándola cada vez más, no pueden ser ni los primeros ni los únicos factores.

En este mundo globalizado el dinero se desplaza hacia donde puede obtener mayores rendimientos o hacia donde puede encontrar menos inseguridad. La apremiante libre circulación de capitales es un requisito indispensable de la globalización que fomenta las estampidas del capital. Esa falta de trabas con la que el dinero se mueve funciona como una plaga de langostas, que deja arrasado y en crisis cualquier lugar en cuanto otro parezca ligeramente más prometedor, con motivo real o sin él.

Por ejemplo, el dinero que financió nuestra burbuja u otras ahora está volviendo a sus países de origen, está refugiándose en productos básicos y materias primas o está invirtiéndose en los prometedores BRICS. Es evidente que esa salida de capitales agrava la crisis, y eso a su vez acentúa la tendencia a la huida del dinero, lo que empeora la situación y fomenta más salidas de dinero…

Y por otra parte la financiarización de la economía, un proceso relacionado con el anterior que consiste en la retirada del dinero de la economía real, la productiva, la que construye bienes y servicios que pueden mejorar nuestras vidas; para adentrarse en el mundo de la economía virtual, el gigantesco casino de productos derivados y apalancamiento en el que, literalmente, se apuesta sobre ganancias y perdidas ajenas. El problema es que aquí el dinero está entrando en un juego de suma cero, en el que no se produce nada, sino que unos ganan lo que otros pierden. Para que haya crecimiento en este sistema es necesario inyectar cada vez más dinero, y cuanto más dinero entra más rentable resulta ese casino y más se incentiva la entrada de nuevo dinero… que sale de la economía real.

Estos problemas no se solucionan con una moneda que se deprecie, evidentemente, sino con control sobre productos financieros o medidas como la tasa Tobin, por ejemplo.

Si aún sigues leyendo este rollazo sin caer en estado catatónico, seguro que ya has pensado que actualmente hay otro problema tan obvio como terrible: el endeudamiento. Público o privado, de las familias o de las empresas, si «no hay dinero» es en buena medida porque demasiada gente a la vez está tratando de usarlo para pagar sus deudas en lugar de para consumir e invertir. Y no sólo eso, entre la crisis y la austeridad la renta disponible se está reduciendo, lo que hace que la servidumbre de la deuda sea, comparativamente, cada vez mayor… y tengamos menos dinero aún.

Para esto, ya que no hay crecimiento, probablemente la única solución viable a medio plazo sería dejar que aumentara suavemente la inflación. Que subieran precios y salarios de forma que no se perdiera poder adquisitivo, pero dejando que las deudas fueran una parte cada vez menor de la renta. De esta forma, a la vez que aumenta la cantidad de dinero disponible se incentiva el consumo, ya que la inflación tiene un efecto similar al dinero de Wörgl, pero éste no tiene la ventaja de reducir el impacto del endeudamiento.

Obviamente, regulación más restrictiva sobre el casino financiero, tasas sobre las transferencias de dinero, inflación que reduce el valor de las deudas… son las medidas que menos pueden gustar a entidades tan poderosas como los bancos. Y que algo no guste a los bancos es un problema.

Estamos viviendo tiempos interesantes, la informática y las telecomunicaciones han modificado nuestro mundo, y surgen ideas a un ritmo que ni siquiera somos capaces de seguir. El dinero electrónico, o dinero inteligente (cosas como los Bitcoins), está a la vuelta de la esquina y apenas estamos empezando a vislumbrar sus posibilidades. Piensa en un dinero virtual autoidentificable, imposible de robar porque cada unidad guarda su propio registro de transacciones, capaz de adaptarse a las circunstancias, con su propio interés variable integrado y la posibilidad de actuar como la moneda de Wörgl cuando fuera necesario, o lo contrario si hace falta, autorevalorizándose con un interés positivo para incentivar el ahorro. Dentro o fuera del banco.

No es sólo eso, la crisis está agudizando el ingenio de las personas y están cobrando popularidad las monedas alternativas, los bancos de tiempo e incluso el trueque. Y todo esto sobre cuestiones más o menos monetarias, sin entrar en visiones más amplias, que cada vez reciben mayor atención. Pero en este enorme caldero de ideas se está posicionando todo el mundo, y hay quien tiene enormes intereses en juego y no está dispuesto a que un debate público se desarrolle al margen de él. Esto no debería ser algo negativo, pero con demasiada frecuencia las ideas no se presentan abierta y honestamente, por eso es imprescindible mantener el sentido crítico y no perder de vista qué se espera solucionar, y por qué.

La era de la información es también la era de la desinformación, por desgracia. Lo estamos viendo especialmente en el desarrollo de esta crisis, por eso creo que es muy importante entender que existe diferencia entre los problemas coyunturales y los sistémicos, entre lo que está averiado y lo que de verdad está provocando las averías.

Crear una moneda que anime al consumo quizá sea una excelente idea, o quizá no, o quizá sólo temporalmente o a nivel local; pero aunque pudiera ayudar a solucionar esta crisis no es ni remotamente suficiente como para arreglar los problemas de nuestro sistema económico. Ni siquiera del monetario.

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